La leyenda del dragón de Sant Jordi

21/4/10.
Hace mucho, mucho tiempo, llegó a la pacífica región de Silena, tal vez situada en la actual Libia, un temible dragón, salido de algún remoto abismo de una cercana región pantanosa...

Esta espantosa criatura tenía la piel aceitosa, recubierta de escamas similares a las de un cocodrilo, y desprendía un olor putrefacto y nauseabundo. Simplemente con su aliento podía secar los campos, pudrir las cosechas en los graneros o envenenar las fuentes. Los habitantes de la región, asistían impotentes a la ruina de su sustento. El rey habló con el dragón y éste se avino al siguiente trato: dejaría en paz a los habitantes de Silena si estos le ofrecían dos ovejas bien rollizas al día para que se alimentara. Y así lo hicieron.

Por desgracias, el pequeño reino no era rico en rebaños y, debido al monstruoso apetito del dragón, pronto faltaron las ovejas. Entonces la bestia exigió que todos los días le entregaran un niño para alimentarse. Horrorizados ante la idea de que el dragón volviera a asolar sus tierras y acabara con todos ellos, los habitantes de Silena tuvieron que aceptar el trato, esperando que llegara pronto un milagro para salvarlos.

Pero el milagro no llegaba, el reino se quedaba poco a poco sin niños y finalmente llegó el momento de abandonar a la merced del terrible dragón a la propia hija del rey, Alcíone. Tal y como se había procedido con las anteriores víctimas, la princesa fue atada a una estaca al borde de los pantanos que servían de guarida al dragón.


Y fue entonces cuando vieron avanzar a un caballero desde las llanuras. El caballero iba armado y lucía en su sobreveste y escudo, de un blanco inmaculado, una gran cruz roja como emblema. El caballero se acercó hasta la princesa y le dijo llamarse Jorge de Capadocia, y ser un paladín de Cristo, encargado de difundir la palabra de Dios y listo para combatir por sus ideales. Jorge consideró que el dragón le ofrecía una gran ocasión de hacer ambas cosas y, pese a las demandas de la princesa para que se pusiera a salvo, decidió medirse con la bestia.

El dragón emergió de las profundidades del pantano, caminando pesadamente sobre sus cortas patas y agitando la cola con furia al ver que le desafiaban. Sin más dfilación, Jorge cargó contraél, tratando de alcanzar su garganta con un certero golpe de su lanza. Pero los vapores nauseabundos le sofocaban de tal modo que debía golpear a medias, lo que prolongó el feroz combate. Finalmente su lanza impactó y cesaron los alaridos de la bestia, que aún así intentaba atraparle. Conforme los vapores se disipaban, Jorge pudo ver que su lanza estaba clavada en el lomo del dragón, que agonizaba. El caballero cortó la cabeza del dragón y se la ofreció a la princesa antes de retomar su camino, buscando nuevos desafíos que le permitieran demostrar su fe.

Muchos siglos más tarde, los caballeros convirtieron a San Jorge en su santo patrón, y lo es también de Aragón, Cataluña, Inglaterra, Georgia, Grecia, Portugal y Rusia.

2 Comentários:

Carolina dijo...

Estimado Karelda:
Como dragón que soy, he de darle la razón en que, un poco espantosas criaturas sí somos los de mi especie, pero de ahí a decir que desprendemos un olor nauseabundo...pero comprendo que es la leyenda.
De todas formas le confirmo que mi higiene personal está a la orden del día, sino, pregúntele, pregúntele a la que vive conmigo.
Un abrazo escamoso, feliz Sant Jordi!

Carolina dijo...

Inciso: las palabras anteriores son de Lyodrán, al que le resulta difícil escribir en el teclado debido a sus enormes zarpas. (Lo de la higiene es cierto).
Feliz Sant Jordi.

 
El Paladín de la Reina © Copyright 2010 | Design By Gothic Darkness |